3.2.17

Década Infame - Parte I

Cuando hablamos de la “década infame”, hablamos del período 1930-1943. Una sombría década de 13 años en la historia argentina que comenzó el seis de septiembre de 1930, con el golpe de estado perpetrado por el Teniente General Félix Uriburu. La democracia se derrumbó. Así comenzó una época de fraude electoral, malos negocios para el país y una constante violación a la Constitución Nacional.

Sin embargo, también hay que tener en cuenta que, un año antes del golpe, estalló la Bolsa de Valores de Nueva York. Debido a esto –y la dependencia que Argentina tenía con las potencias-, los salarios bajaron y los desempleados subieron. Los ingresos en la aduana disminuyeron y también quebraron muchas empresas. El malestar que esto provocó ayudó a que Uriburu escalara políticamente y pueda crear contactos como así también movimientos de choque. El general disolvió el congreso y declaró el estado de sitio, se intervinieron todas las provincias radicales, se prohibió la actividad partidaria y se persiguieron y torturaron opositores políticos y sindicales, entre otras cosas. Además, bajo el deslumbramiento por Benito Mussolini, intentó implementar un tipo de régimen corporativo.

                                          6 de septiembre de 1930

Después del golpe, los años que siguieron -bajo el gobierno de La Concordancia- se vieron teñidos de negociados que de nada sirvieron para Argentina, como el pacto Roca-Runciman (1933) o la renovación de contrato de la Compañía Argentina de Electricidad (1936), un fraude electoral imparable (que provocó la abstención electoral del radicalismo opositor en 1935) y hasta hubo un asesinato en el Senado de la Nación. Sin embargo, si tenemos en cuenta hechos como, por ejemplo, la creación por decreto en 1922 de YPF (primera empresa petrolera estatal del mundo) en la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, o su posterior segundo mandato en 1928, vemos que podemos estirar esta “década” de 13 años mucho más, encontrando hechos desencadenantes del golpe en los años ’20.

Es que, grandes multinacionales como Standard Oil o Shell se venían disputando el territorio argentino para la explotación del petróleo hace años y, frente a las políticas progresistas y de estatización de Yrigoyen, vieron sus intereses amenazados. Gran Bretaña proveía nuestro país de carbón mientras nosotros proveíamos el suyo de materias agrícolas, así que una estatización del petróleo arruinaría todo el negocio. A su vez, hacia 1929 Argentina tenía la nafta más barata del mundo y las ventas de YPF habían incrementado notablemente, hechos que hicieron escalar el conflicto con los privados a niveles considerables.

Hipólito Yrigoyen fue electo presidente por segunda vez en 1928 con 76 años, y su edad también fue motivo para rumores e internas dentro del radicalismo, lo que presentaba cierto malestar en sí mismo. La interna se trataba sobre quién sería el heredero del “viejo peludo” dentro del partido. Por otro lado, desde la prensa opositora también se trabajaba para desestabilizar: el diario La Nueva República, por ejemplo -en el cual Uriburu tenía sus contactos-, se encargó de publicar constantemente a favor de un cambio político. También, a partir de este momento, Uriburu comenzó a organizar selectas reuniones con gente de ese diario, con militares y con allegados a Agustín Pedro Justo.

Un hecho clave ocurrió a mediados de 1930, un poco antes del golpe: 44 diputados presentaron un manifiesto criticando el gobierno de Yrigoyen y pedían su renuncia (lo acusaban de haber violado la constitución). Así, se le puso la frutilla al postre. Todo estaba listo. Las Fuerzas Armadas y ciertos grupos civiles también.

Así las cosas, el seis de septiembre de 1930 se produjo el golpe de estado llevado a cabo por el Teniente General Félix Uriburu y se dio comienzo a la década infame argentina. Los ciudadanos salieron a las calles para ver el paso de las tropas y también el descapotado en el que se paseaba la comitiva militar. En el momento de pasar por los barrios donde residía la alta sociedad, Uriburu tuvo su “momento Sandro”, en el que señoritas le tiraron flores. El diario Crítica informó ese día destrozos que se habían ejecutado en los edificios principales edificios del radicalismo opositor: se incendió el comité yrigoyenista y desde los balcones del edificio, los asaltantes arrojaron retratos del ex presidente, papeles y muebles. También se arrastró un busto de Yrigoyen por las calles principales de la ciudad.

                                          6 de septiembre de 1930

Respecto a lo que pasó ese día, el senador radical Diego Luis Molinari expresaba: “en el fondo de todo esto veo una cuestión petrolera, especialmente de la Standard Oil. Por las políticas del doctor Yrigoyen, las compañías de petróleo pierden de ganar al año más de 300 millones de pesos y es natural que desplieguen gran actividad para combatirlo”.

Alguien quien también dedicó varias líneas para criticar el golpe de estado fue Raúl Scalabrini Ortíz: “Instigada y orientada por voluntades incógnitas, la prensa opositora redobló sus ataques azuzando abiertamente a la rebelión. Hasta que lo increíble se produjo inesperadamente. El 6 de septiembre de 1930 un general desconocido se apoderó por sorpresa del poder, apresó al presidente constitucional, disolvió la legislatura y encarceló a todos los dirigentes del partido radical. Mil hombres escasos, la mayoría adolescentes, cadetes del colegio de oficiales, habían dado abasto para acontecimiento de tal magnitud. El pueblo miró con asombro al nuevo mandatario y tuvo el presentimiento de haber sido burlado”.

El diario Crítica titulaba lo siguiente:

                                 Tapa del diario Crítica el día del golpe

Y la revista Fortune publicaba lo siguiente en 1931: “La última revolución derrocó a Yrigoyen, un cruzado fanático contra todo lo yanqui, incluyendo las compañías de petróleo. Fue él quien hizo intervenir al gobierno en la venta de nafta y quien, al rebajar los precios y manipular las ventas, capturó el 22% de éstas. De deposición fortalece la posición de la Standard Oil en Argentina.”

A los cuatros días de haber terminado la democracia, la Corte Suprema de Justicia de la Nación legitimó el golpe y, de inmediato, Uriburu estableció el estado de sitio, decretó la pena de muerte, censuró la prensa y prohibió la actividad partidaria y sindical. Eso también vino con persecuciones, detenciones, tortura y asesinatos a opositores. Por otro lado, dispuso la intervención de YPF y todas las provincias radicales (esto, debido a que dentro del círculo del militar se encontraban representantes del poder económico concentrado y también abogados de las grandes empresas extranjeras). También fue el autor de un importante y secreto decreto: el Estado se haría cargo de todas las deudas privadas de los oficiales militares de las Fuerzas Armadas.

A raíz de los acontecimientos enunciados previamente y convencido de que el radicalismo estaba políticamente muerto, Uriburu convocó a elecciones para abril de 1931, pero el resultado no fue el esperado. Los radicales presentaron el binomio Honorio Pueyrredón – Mario Guido tratando de dar batalla y finalmente triunfaron. Sin embargo, el disconforme militar anuló las elecciones. Después de esto, presentó como representante del régimen a Agustín P. Justo, quien manejaba conceptos similares a Uriburu pero que, a diferencia de éste, en la práctica, quería implementar una democracia fraudulenta y no un régimen corporativista. Además, Justo no solo tenía más política, sino que también tenía el apoyo de la UCR Antipersonalista (antiyrigoyenistas), del Partido Demócrata Nacional y del Partido Socialista Independiente, sectores con los que luego formó La Concordancia. Desde esta alianza lanzó su candidatura con Julio A. Roca (hijo) como vice para 1932 y el 20 de febrero de ese año asumió la Presidencia de la Nación.

                                         6 de septiembre de 1930


Bajo la presidencia de Justo y los años siguientes escasearon las divisas. Esto generó una protección y promoción involuntaria de la industria nacional y no del campo, por lo que el sector terrateniente dio lugar al sector industrial. El tendal de mano de obra desocupada que había dejado el shock económico del ’30, encontraba ahora en la surgente industria su lugar. En contraposición a esto, los precios de los productos agropecuarios bajaron considerablemente.

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