20.9.17

¿Sirve realmente el voto electrónico?



Sí. A usted le entregan una boleta en blanco con un chip nuevo (sin información), luego la inserta en la computadora, elige a quien quiere votar en la pantalla, y esa información se “imprime” en el chip y también en la boleta. Si usted quiere corroborar su voto, las computadoras tienen un lector para que apoye el chip y pueda verificarlo. Así que sí, sirve, además es más económico y suena fácil. De hecho, en la actualidad se usa en varios países, como por ejemplo Estados Unidos, Venezuela, India o Brasil. En nuestro país no se utiliza a escala nacional, pero está en la provincia de Salta desde 2009, y también se utilizó para las elecciones a  Jefe de Gobierno porteño en 2015, entre Horacio Rodriguez Larreta, Mariano Recalde y Martín Lousteau.

¿Es realmente confiable? No. Así como actualmente hay países que usan este sistema, otros lo han descartado por la cantidad de falencias que presenta. En Alemania, por ejemplo, se implementó en 2006 y, luego de tres años, se descartó al ser declarado inconstitucional. En Finlandia, Reino Unido y Holanda también se implementó y resultó ser un rotundo fracaso. Es que, sin ir muy lejos, uno de los primeros defectos que presenta es el no poder asegurar que el 100% del padrón electoral sepa usarlo, y que el votante entienda todos los procesos que se llevan a cabo para ejercer uno de sus derechos más básicos. Sumado a esto, está el hecho de que es muy fácil de hackear, perdiendo así el votante su anonimidad y el sistema electoral en sí su credibilidad y legitimidad, ya que se puede modificar información crucial y poner en riesgo la democracia. 

Pero fijarse en experiencias extranjeras no tiene sentido. Nosotros tenemos las nuestras. Como mencioné anteriormente, aquí fue utilizado en 2015 para las elecciones a Jefe de Gobierno porteño, y la experiencia no fue buena. Algo similar a lo de aquella vez ocurrió recientemente, el pasado agosto, cuando se celebraron las PASO en Salta, provincia que usó la boleta única electrónica (BUE) por primera vez en 2009. 

En 2015, unos días antes de los comicios, Joaquín Sorianello, un programador informático, se enteró por medio de la cuenta de twitter @fraudevotar que el sistema presentaba fallas. Quiso confirmarlo él mismo y finalmente fue capaz de vulnerarlo. Con esta información, el joven se contactó con Magic Software Argentina (MSA) –la empresa proveedora del software para votar- y les contó sobre el agujero en su seguridad. En una entrevista con el diario La Nación, Sorianello declaró que encontró en internet “una filtración de los manuales de los técnicos de la empresa, videos de capacitación e información relacionada a cómo era el mecanismo de contratación de técnicos”.

“Había un componente del sistema, que son los certificados SSL, que estaban disponibles en internet. Esto es como imaginarse que  dejaron todas las llaves de seguridad del sistema tiradas en internet. Esa información se filtró y lo que se entendió es que se necesitaba un nombre de usuario y una password de un técnico para poder acceder a esa información, y era cuestión de tiempo. Leyendo los manuales pudimos entender cómo se generaban las passwords para los técnicos y ahí yo lo pude verificar. Se podía descargar”, declaró Sorianello en la entrevista. Cuando se le preguntó si se podía cambiar el resultado de una elección, contestó: “Se puede hacer sabotaje a gran escala a bajo costo”.

La Policía Metropolitana detectó varias filtraciones hechas a MSA y presentó un informe que contenía cinco direcciones IP desde las cuales se había ingresado a los servidores de la empresa. Entre esas IPs, una era la de Sorianello, dos provenían de Estados Unidos -o algún otro lugar ocultando la IP real-, y otra correspondía a Martín Leandro Manelli, que a diferencia de Sorianello, sí modificó información y no trascendió mediáticamente como el primer caso. Según la fiscal Silvina Rivarola, Manelli “no solo visualizó numerosa información del sistema, sino que realizó procesos relacionados a la edición, creación y eliminación de información, tales como eliminar a la persona o establecimiento identificado con el ID 5210 y crear al delegado con ID 3841”.

En el caso de la provincia de Salta, lo que sucedió hace un mes fue que se filtró por twitter el código base del software oficial para votar que operaba en las computadoras de MSA. Sumando a esto, una persona encargada de limpiar las aulas luego de los comicios se encontró debajo de una mesa, tiradas en el piso, varias boletas electrónicas, certificados de escrutinio en blanco y dos DVD con el software oficial encargado de procesar las elecciones. Así lo relata Javier Smaldone, experto informático y desarrollador de software, en una columna de su blog llamada “La transparencia electoral en la basura”. Él fue quien recibió la información de los DVDs directamente de la persona que los había encontrado, mediante twitter. Smaldone además escribe que solo “basta con que alguien tome uno de esos DVD, lo introduzca en el lector de una notebook y en menos de cinco minutos lo copie en su disco duro. De ahí, a aparecer publicado en la web, hay sólo un paso”. Y eso fue lo que pasó.

Inmediatamente, el Poder Judicial salteño salió a desmentir lo ocurrido y dijo que lo que se había filtrado no era el software original. Que éste se encontraba en un disco maestro, del cual se hacían copias y se distribuían a los distintos municipios, y que cualquier modificación al código base haría que las computadoras no funcionen. Sin embargo, días más tarde, Smaldone se puso en contacto con Alfredo Adrián Ortega y Patricia Delbono, experto en seguridad informática y perito informática respectivamente, para hacer las comparaciones entre softwares. Así, mediante un algoritmo llamado “hash” -que les permitió comparar archivos-, pudieron corroborar que efectivamente se trataba del software oficial para votar.

Otro podesoro ejemplo de la increíble facilidad para vulnerar el voto electrónico fue el plenario de comisiones sobre la reforma electoral, en la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, el 4 de agosto de 2016. En aquella ocasión, Smaldone demostró cómo era posible, mediante un celular que tenía en la mano, hackear la boléta única electrónica. Esto, sentado al lado de Pablo Tonelli, diputado del PRO y férreo defensor del sufragio electrónico, quien en una ocasión se refirió a las computadoras electorales como simples “impresoras”. 

Así como Tonelli, desde Cambiemos, y más a partir de las últimas PASO, el voto electrónico es impulsado como un paso hacia adelante para la democracia. Sin embargo, durante el actual gobierno se han llevado a cabo hackeos constantes a instituciones y carteras, como Gendarmería, el Ejército, varias docenas de emails del Ministerio de Seguridad e inclusive la cuenta de twitter de la ministra de seguridad nacional Patricia Bullrich. En el caso del hackeo a la página de Gendarmería, fue con el objetivo de pedir por la aparición con vida de Santiago Maldonado, a fines de agosto; en el caso del Ejército, subieron una foto de ISIS con un mensaje que decía que se encontraban en Argentina y que en poco tiempo sabríamos de ellos. Hechos de este tipo, junto a los hackeos y filtraciones que sufrió la empresa MSA tanto en CABA como en Salta, dejan en ridículo y como juego de niños modificar un voto electrónico.

Ningún sistema de votación es perfecto. Y con esto en mente, ¿por qué pasar a uno que es más imperfecto aún? El sistema electrónico de votación no solamente presenta complejidades y obstáculos desde el vamos, sino que también es completamente vulnerable y modificable, haciendo posible el fraude electoral, con un costo económico ínfimo y sin problema alguno. Pero por sobre todas las cosas, hace añicos la democracia.

4.8.17

Caseros: una prisión de recuerdos

      Presentada como un proyecto de complejo penitenciario por la Comisión Nacional de Construcciones Penitenciarias, la cárcel de Caseros se empezó a construir durante el gobierno radical de Arturo Frondizi, en 1960. Al cabo de unos años, la construcción se detuvo ante la publicación de un informe del Servicio Penitenciario Federal, que alegaba la inhumanidad e inviabilidad del proyecto. Sin embargo, se retomó bajo el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, en 1969, y fue inaugurada  posteriormente durante otro gobierno de facto, el de Jorge Rafael Videla, con la presencia del Ministro de Justicia, el Doctor Alberto Rodriguez Varela, el 23 de abril de 1979.

La ceremonia fue todo un éxito. El discurso que estaba en boca de todos ese día era que la nueva cárcel era un hotel cinco estrellas. En ella se prometió, tal cual lo dice el artículo 18 de la Constitución Nacional, la educación, el trabajo, la reinserción social de los detenidos, y que las cárceles no conducirían a mortificarlos más allá de lo que aquella exigía. En esa época de crisis, donde las aguas ya hervían hace rato,  el gobierno sostenía una política incongruente (al ser de facto invalidaba la constitución) prometiendo derechos que no surtirían efecto legal alguno.

Entre 1979 y 1983, ingresaron a Caseros 1029 presos políticos. Esto es, personas con cierta ideología política contraria a le que posee el gobierno de turno, y que forman parte (o no) de alguna organización política. Por eso, lo que buscó el gobierno fue tratar de conseguir que estos militantes sublevaran sus creencias y atenuaran sus pasiones, encerrándolos sin motivo alguno en esta cárcel de condiciones impensadas, que buscaba el quiebre psicológico de quienes la habitaban.



La cárcel se extiende a lo largo de 85 mil metros cuadrados y se encuentra en el medio de Parque Patricios, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. A lo lejos puede apreciarse como un gigante PH que cuenta con dos torres de 22 pisos, dos subsuelos, albergue y un comedor para 240 guardia cárceles; 1996 celdas individuales de 2,30 x 1,30 metros, 1360 celdas para alojamiento permanente y 140 con puertas macizas para el aislamiento de los castigados. En la planta baja, 96 celdas se utilizaban para los recién llegados y para el famoso “ablande”, antes de los largos y tortuosos interrogatorios. Con estas medidas, el día a día se hacía más tedioso que en cualquier otra cárcel, ya que la dinámica de su construcción no permitía la entrada de luz. Los espacios de recreo eran un poco más grande que las celdas, pero también cerrados. La luz ingresaba por rejillas a través de las paredes que no permitían su total ingreso. En el documental de Julio Raffo, “Caseros… en la cárcel”, el funcionario de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Hernán Invernizzi (que habitó la cárcel), lo expresa de una manera fuerte: “uno puede estar preso diez años y nunca lo va a tocar la luz del sol”.

La cárcel tenía un gimnasio que nunca fue utilizado por razones desconocidas y que los encausados nunca supieron, por lo que nunca llegaron a realizar alguna actividad física. Por otro lado, fue diseñada de tal manera que los guardias podían vigilar a los presos mediante pasillos que habían sido construidos entre las celdas. Así, cualquier intento de comunicación con algún compañero quedaba truncado. La privacidad también se veía amenazada, ya que se podía escuchar todo gracias a los pasillos huecos. En estos, los guardia cárceles interceptaban los mensajes que se mandaban los presos en papeles de cigarrillos, llamados “caramelos” y la acción a tomar era leerlos y dejarlos otra vez en su lugar, como si nada hubiera pasado. El sistema para poder lograr comunicación con el exterior era implementado los días de visitas, y consistía en llevar un mensaje escondido en la boca o en la nariz hasta el hall de recepción donde cada preso recibía a sus familiares. Aunque esto era muy riesgoso, ya que tenían prohibido el contacto físico mediante vidrios que separaban a las visitas.

Durante la semana llegaban a Caseros sacerdotes para confesar a los presos políticos, perdonarlos y pedirles su arrepentimiento ideológico mediante la firma de un documento que dejaba constancia de que abandonaban toda su ideología política. Pero este es uno de los varios hechos bizarros que pasaron dentro de esta cárcel. Estaba prohibido tomar mates, hacer gimnasia dentro de las celdas y hasta se prohibió mirar el amanecer, pasatiempo que realizaban los presos trepándose a las rejas. En “Caseros…”, Pascual Reyes, dirigente gremial y peronista, confiesa: “Me trepaba a las rejas para mirar el amanecer. Un día me encuentran y me llevan a los calabozos. Cuando me llevan el parte de sanción para que lo firme, decía: ‘sancionado por subirse a las rejas a mirar el amanecer’”.

Para poder realizar algunas de estas cosas, como por ejemplo tomar mates o hacer sus necesidades sin que los vieran, utilizaban un sistema de espejos, con el cual alertaban si venía algún guardia. Si el color que agitaba el compañero era verde, el mate pasaba de una celda a la otra y, si era rojo, cada uno en la suya. Cuando llegaba la hora de hacer las necesidades cotidianas de cada persona, lo único que tenían para taparse era la puerta de un pequeño armario que tenía la celda, donde entraban dos o tres cosas. Aprovechando los pasillos internos, los presos dictaban clases y largas charlas sobre diferentes temas para el que quisiera escuchar. Y así pasaban el rato.



Los diarios llegaban en varios recortes, sin sus respectivas secciones de política, sociales o de opinión. Los presos recibían solamente la parte deportiva y, con suerte, los horóscopos. A veces, por ahí, también se escapaban algunos chistes. Las revistas que les daban eran las de chimentos, como por ejemplo la revista Gente, y cuando tenían el honor de poder ver un partido de fútbol, la directiva decidía cortar la transmisión en el entre tiempo, alegando que tenían prohibida la conexión con el mundo exterior. Los libros de Derecho y Química, por ejemplo, estaban prohibidos. Lo único que tenían para leer era La Sagrada Biblia -a veces- y algunos poemas viejos. Además de todo esto y, como si fuera poco, tenían prohibido hablar entre ellos. Valentín Mastrángello lo simplifica muy bien: “todo lo que podía hacer la vida un poco más placentera, estaba prohibido”.

Las restricciones que sufrían las personas encerradas en Caseros, sumados a la estructura aislante de la cárcel, resultaban en un quiebre psicológico que la mayoría no supo sobrellevar. Los espacios de recreos y pasillos daban una vista gris. Pared gris tras pared gris. Era la sensación de un encierro dentro de otro encierro. En la poca libertad que tenían, también se encontraban encerrados, y esto hizo que muchos presos políticos llegaran al suicidio. Ese fue el caso de Jorge Toledo. Homicidio, dicen sus compañeros, que veían como Jorge se iba apagando de a poco, debilitado por las constantes penurias que soportaba. Sin poder leer nada, encerrado entre paredes que no dejaban ver el sol. Los médicos y psiquiatras que debían atenderlo fueron los verdugos que indujeron su suicidio. Le daban los medicamentos y de golpe se los cortaban, o le daban una suma importante de medicamentos de un solo golpe y se los volvían a cortar. A causa de esto, sus compañeros reclamaron y publicaron avisos a diario, pero nunca obtuvieron una respuesta, hasta fines de 1981, año que Toledo dijo basta y se ahorcó con una sábana en su celda. Esa noche, el servicio penitenciario decidió que la comida debía ser especial y sirvieron carne al horno con papas, un manjar que los presos no estaban acostumbrados a tener, pero que no pudieron digerir. Tampoco pudieron dormir, ya que el servicio penitenciario decidió esa noche pasar la marcha fúnebre a todo volumen hasta el amanecer. 

La comida era siempre calamitosa. Lo más común era sopa aguada con dos o tres arroces. La excepción a la regla se daba cuando alguna comitiva extranjera se encontraba en el país y paseaba por la cárcel, viéndola como una de las mejores. Eran esos días en los que los presos recibían la mejor gastronomía, hasta frutas de postre. Todo para demostrar falsamente lo bien que se los trataba. Pero la realidad era que los trataban extremadamente mal. Por ejemplo, existía lo que se llamaba “La Requisa”, que era un grupo de comando que se encargaba de golpear a los presos. Al ingresar nuevos, los encerraban encapuchados y cuando pedían sacar a otros tantos, los golpeaban (muchas veces desnudos). La Requisa también manejaba un sistema de castigo llamado “Los Chanchos”, el cual consistía en quitarles la comida y golpearlos desnudos por varios días. “Nos sacaban de las celdas a las patadas”. “La cultura carcelaria argentina hace que la persona que trabaja acá, se vuelva represora”. En “Caseros... en la cárcel”, los testimonios de Francisco Gutiérrez y Hugo Soriani, respectivamente, lo dejan muy claro.

Caseros fue pensada originalmente como una cárcel para encausados con procesos de cuatro a seis meses, pero se convirtió en algo más que eso. Se convirtió en una cárcel para personas sometidas a un proceso de años, en un lugar hostil que no enseño nada a la sociedad y tampoco a quienes la habitaron. Por Caseros pasaron 1029 presos políticos. Esas personas fueron presas políticamente no en el sentido de que fueron encarceladas por la política de aquel entonces, sino porque, además de sus creencias e ideologías, fueron presas de sus sentimientos, de sus placeres y de sus sueños. No pudieron expresar lo que sentían, cómo lo sentían. 

11.2.17

Década Infame - Parte II

HECHOS QUE TIÑERON UNA ÉPOCA

Presos de Bragado. Como se mencionó en la primera parte, luego del golpe del ’30 comenzó a regir en el país un estado de sitio brutal, que trajo aparejado una constante persecución y torturas a opositores de todos los ámbitos. Y en el centro de esa avalancha se encontraban los yrigoyenistas y los anarquitas.

La cruzada contra los opositores comenzó con el asesinato de Severino Di Giovanni (anarquista), el 1 de febrero de 1931. Exiliado de Italia tras el triunfo del fascismo, Severino encontró refugio en Morón y trabajó como tipógrafo. Además, durante la década del ’20 sacó su propio diario de resistencia contra el radicalismo, llamado Culmine. Pero también, durante esa década,  el militante anarquista se atribuyó incontables hechos delictivos -el 16 de mayo de 1926 denotó una bomba frente a la embajada de Estados Unidos y el 23 de mayo de 1928 atentó contra el consulado italiano, entre otros-, por lo que para la época del golpe era considerado el enemigo público número uno del país. Una vez resuelto el problema anarquista, el gobierno arremetió de lleno contra el radicalismo. Para esto, Uriburu decidió anular las elecciones que el partido opositor había ganado en abril de aquél año.
 
Con ese escenario, el régimen estaba confiado en que podría gobernar sin problemas y dejaba en el olvido ataques terroristas opositores. Pero el destino sorprendió una vez más. El 5 de agosto de 1931 estalló una bomba en la residencia del conservador José María Blanch, ubicada en Bragado. Se trataba de una encomienda, una caja bastante grande, que por ausencia del destinatario, fue recibida por su esposa, su cuñada y su hija. En el momento en que empezaron a abrirlo, estalló, y dos de ellas murieron.

Como la policía no pudo encontrar evidencias que encaminaran el caso del atentado, se trabajó para culpar al radicalismo. Sin embargo, no se pudo demostrar que los radicales detenidos fueran los autores del hecho y fueron liberados. Al poco tiempo, la policía recibió información de que eran sectores anarquistas quienes estarían detrás del ataque. Con esa data, se le ordenó al oficial Enrique Williman que comience a perseguir militantes anarquistas y socialistas.

Así, el 16 de agosto, entre los más de 100 detenidos que iban, Williman logró arrestar al reconocido anarquista Pascual Vuotto y a cuatro compañeros, también anarquistas. La policía tenía evidencia, no sobre el atentado sino, de que un mes atrás ellos habían llevado a cabo una reunión clandestina cerca de Bragado, y con eso les bastó. Esto era cierto y los militantes lo admitieron abiertamente, argumentando que esa reunión existió con el fin de organizar una publicación sobre el movimiento obrero. Pero a pesar de todo, fueron condenados a cadena perpetua. Por otro lado, como la policía aún necesitaba responsables por el atentado, fueron sometidos a torturas para recaudar más información.


                              Vuotto en Los Presos de Bragado, documental de 1995


Desde la cárcel, Vuotto siempre admitió ser inocente y además denunció torturas a las que eran sometidos él y sus compañeros. Esto fue confirmado por el médico Francisco Macaya, quien lo atendió en prisión, al confesar en la corte que éste presentaba “hematomas de origen traumático”. El caso repercutió tanto que se convirtió en un debate internacional, y desde la sociedad comenzaron a formarse comités de ayuda para “los presos de bragado”.

En 1942, el gobernador de Buenos Aires, Rodolfo Moreno, aprobó el indulto para los detenidos y fueron liberados el 24 de julio, después de once años de prisión. Sin embargo, no se supo quién estuvo detrás de aquél atentado hasta 1985, cuando Carlos Jordán identificó al autor como Rafael Chullivert, un político del partido de Blanch, pero que se paraba en la vereda de enfrente y que, por aquella época, se encontraba en una interna. 

Pacto Roca-Runciman. Firmado en Londres por Julio Argentino Roca (hijo) y Walter Runciman (Presidente de la Junta de Comercio de Inglaterra) el 1º de mayo de 1933, establecía la continuidad del Imperio Británico en comprar carnes argentinas con el volumen de 1932 como piso, excepto que esto sería así siempre y cuando nuestra carne valga menos que la de los demás oferentes/proveedores. Por su parte, nuestro país otorgaba el 85% de la exportación de carne a frigoríficos ingleses y norteamericanos, dejando el 15% restante a frigoríficos nacionales. Además, se liberaron de impuestos más de 300 productos provenientes del otro lado del pacífico -incluido el carbón-, y se concedió, mediante la creación de la Corporación del Transporte, el monopolio de los ferrocarriles de Capital Federal a una empresa inglesa.

                                  Roca y Runciman (sentados), ultimando detalles del tratado.

A raíz de este acuerdo, un año más tarde se creó una Comisión Investigadora a cargo del senador santafesino por el Partido Demócrata Progresista, Lisandro De la Torre, para inspeccionar el tratado preferencial que recibían las compañías de carne extranjeras en nuestro país. Sim embargo, el accionar de dicha comisión se vio limitado gracias a todo tipo de artimañas provenientes del gobierno para dificultar sus tareas. De hecho, Luis Duhau –en aquél entonces Ministro de Agricultura y Ganadería de Justo-, ordenó a la Dirección General de Rentas no proporcionar información a los investigadores. En 1935, harto del asunto, De la Torre denunció en el congreso a los frigoríficos Armour, Swift y Anglo por fraude y evasión impositiva, y presentó pruebas que involucraban directamente a los ministros Federico Pinedo (Economía) y el ya mencionado Luis Duhau (Agricultura y Ganadería). Además, también denunció la inexistencia de controles a compañías extranjeras frente a los abrumadores controles que sí recibían las compañías nacionales.

Las denuncias por parte del senador santafesino continuaron y las discusiones en el senado se elevaron hasta tal punto que, desde el gobierno, decidieron  terminar el tema de raíz: asesinar en plena sesión a De la Torre. La tarea fue encargada a Ramón Valdéz Cora (Partido Conservador, torturador de Vicente López, múltiples procesos por estafas, falsificación de documentos y extorsiones a prostitutas, y allegado a los ministros involucrados), quien en la sesión del 23 de julio disparó en plena sesión, pero falló y mató a Enzo Bordabehere, compañero de banca de De la Torre.

                                                            Lisandro De la Torre

Al poco tiempo, el senador socialista Alfredo Palacios recibió información confidencial por parte de trabajadores del frigorífico Anglo: los documentos que se buscaban, probando así la complicidad del gobierno, se encontraban escondidos en el Norman Star, un barco inglés anclado en el puerto de Buenos Aires. Los trabajadores informaron que esos documentos contables se encontraban dentro de cajas de “chilled beaf” y “corned beaf” selladas por el Ministerio de Hacienda, lo que mostraba una complicidad explícita del gobierno. Palacios le pasó la información a De la Torre, quien a su vez le pidió ayuda al  contador general del Frigorífico Municipal, Samuel Yasky, para coordinar un allanamiento (no oficial) al Norman Star conjuntamente con la prefectura. Así, ingresaron al barco y efectivamente encontraron la documentación que buscaban. En palabras del propio Yasky:

“De ocho compañías investigadas, sólo la Armour había sido fiscalizada y otra, La Negra, estaba en trance de serlo. La Swift no había efectuado, en el año 1933, la retención del impuesto a los réditos sobre sus dividendos, sin que se diese una explicación satisfactoria, siendo además violatoria de la ley 11.682. La compañía Anglo declaraba 75.000 pesos nacionales de utilidades anuales, cuando en realidad sus ganancias en los últimos tres años llegaban a pesos m/n. 37.800.000. La Swift Internacional recibió de su filial La Plata, pesos m/n. 500.000 para pago de impuestos pero dedujo de ellos pesos m/n. 279.000 a efectos de revalúo por pérdidas, violando así nuevamente la ley, ante la presunta ignorancia de las autoridades, quienes inclusive declinaron la facultad de la Dirección de Réditos para hacer la liquidación de impuestos, delegándola en la propia compañía. Todo ello avalado por el ministro de Hacienda, permitiendo así una evasión impositiva, penada por la legislación vigente. Asimismo el frigorífico citado debía al fisco la cantidad de pesos m/n. 135.000”.

Compañía Argentina de Electricidad/Concesiones del servicio. Para la década de 1930, en Buenos Aires la electricidad era manejada por dos empresas: CHADE (Compañía Hispano Americana de Electricidad, posteriormente renombrada Compañía Argentina de Electricidad), filial argentina de SOFINA (Société Financiere de Transports et d'Entreprises Industrielles), que tenía sede en Bélgica, y CIADE (Compañía Italo Argentina de Electricidad), filial de Motor Columbus, con sede en Suiza.

Lo que sucedió fue que, en 1936, la CADE debía negociar la extensión de la concesión del servicio eléctrico hasta 1997. Sin embargo, todo el escándalo comenzó luego de las elecciones presidenciales de 1932. Después de los comicios, el Consejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires se había reajustado y había quedado conformado en su mayoría por oficialistas de la Concordancia, quienes por medio de la Comisión de Servicios Públicos -presidida por el socialista independiente Germinal Rodríguez-, encontraron varias irregularidades en las concesiones eléctricas. En efecto, la Comisión corroboró delitos penales por parte de CADE y CIADE, que habían sustraído más de 27 millones de pesos en sobreprecios a los consumidores y habían evadido impuestos. Frente a esto, se presentaron proyectos para sancionar ambas empresas y verificar efectivamente los precios de producción y distribución, como así también los malos cobros que se habían efectuado sobre los consumidores.

Con esas amenazas sobre la mesa, la CADE comenzó orquestar un sistema de lobby y compra de concejales, como así también de la prensa. Este mecanismo dio resultado en 1933, cuando un día, de la noche a la mañana, los legisladores conservadores decidieron dar marcha atrás con las respectivas sanciones. Además, la empresa también logró sabotear la Comisión de Servicios Públicos, la cual se desarmó y fue reemplazada por la Comisión de Conciliación (con las empresas concesionarias).

En 1936, los radicales volvieron a la escena política luego de abstenerse de la actividad el año anterior, y con eso lograron entrar al Consejo Deliberante porteño. Ese año la Compañía Argentina de Electricidad presentó el pedido de extensión de su concesión y principal proveedor del servicio eléctrico y, el 29 de octubre, la legislatura aprobó la ordenanza Nº 8.029, otorgándole el servicio a la empresa hasta 1997. A cambio de esto, CADE se ofreció a bajar los precios de las tarifas, pero sí aumentaría la de comerciantes e industriales. Por otro parte, el Estado le perdonó a la empresa el reintegro de todos los millones demás que había cobrado a los consumidores y le concedió el total reintegro del Fondo de Reversión y Provisión (garantía para asegurar que la empresa preste su servicio eficientemente). Además, la empresa quedó también exenta de pagar impuestos en todos sus edificios y oficinas (también futuras sedes y oficinas administrativas). 

Años más tarde, la Comisión Investigadora de Servicios Públicos de la Ciudad de Buenos Aires dictaminó que para diciembre de 1942, la CADE tendría que devolver $115.595.510 por exceso de ganancias.  La CIAE, por su parte, tendría que devolver $82.651.803 por lo mismo. Dicha comisión también confirmó que, más del 60% de la campaña electoral del radicalismo en 1937 y el 100% de la casa central del partido, fue financiado por la CADE.

Venta de tierras del Palomar. Todo empezó el 13 de marzo de 1934. Las hermanas María Antonia y María Luisa Pereyra Iraola de Herrera Vegas tenían un terreno de aproximadamente 23 hectáreas en el Palomar, el cual querían vender al Estado para que éste lo anexe al Colegio Militar ubicado allí. Con eso en mente, ese día las hermanas se dirigieron hacia el Ministerio de Guerra y ofrecieron el terreno por $1,00 el metro cuadrado, pero la Dirección General de Ingenieros dictaminó que no valí más de $0,20, por lo que la operación no se pudo concretar ese año. Tras un período de varias tasaciones en menor valor por parte del ministerio, varios generales y otros tantos ingenieros, y sin éxito en la venta, el 22 de diciembre de 1937 las hermanas deciden retirar el terreno de la venta para vendérselo por contrato privado a Néstor Luis Casás, quien se ofreció a comprarlo por $0,65 el m². A su vez, ese mismo día, Casás le encargó a su apoderado, Jacinto Baldaserre Torres, que se presente ante la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados para ofrecer el campo por $1,10 el m².

Un año después, la Cámara de Diputados de la Nación, en su proyecto de ley para el presupuesto nacional de 1938, incluyó un artículo en el que se facultó al Estado a adquirir dichos terrenos por un precio no mayor a 1,10 pesos el m². Así, el 31 de diciembre de ese año se aprobó la compra mediante el decreto Nº  21583/1938 firmado por el presidente Roberto M. Ortiz (quien había asumido el 20 de febrero luego de un escandaloso fraude electoral). Sin embargo, el trámite no finalizaría hasta el 24 de abril de 1939, día en que se firmaron las escrituras finales: las señoras Iraola de Herrera Vegas le vendieron el terreno a Casás por $1.450.000 (y así cancelarían su hipoteca con el banco), y éste se lo vendió al Estado por $2.450.000. Pero la cuestión está en que el pago se hizo de manera inversa: primero el gobierno le pagó a Casás y después este giró la plata a las hermanas, ganando así un millón de pesos sin hacer nada.

¿Cómo, sin siquiera levantas las cejas, el señor Casás ganó tanta plata? Para contestar la pregunta, en 1940 el senador por Jujuy Benjamín Villafañe denunció el negocio en el congreso y creó una Comisión Investigadora. Dicha Comisión dictaminó la invalides de todas las escrituras firmadas el 24 de abril del ’39 por malos procedimientos y falso testimonio. Por violación a los deberes de funcionario público se acusaron a Carlos Domingo Marquéz (Ministro de Guerra), Mario de Tezanos Pinto (Presidente de la Contaduría General de la Nación) y a Jorge Ernesto Garrido (Escribano de Gobierno). Además, se verificó que más de la mitad de lo que había ganado el señor Casás fue repartido en sobornos a funcionarios públicos. El presidente de la Cámara de Diputados, Juan Kaiser, recibió $126.925. El presidente de la Comisión de Hacienda y Presupuesto, Gregorio Raúl Godoy, recibió $177.00 en títulos de deuda y $140.689 en mano. Agustín Echevarrieta, secretario de Godoy, recibió $10.000. Franklin Fernández Lusbín (empleado de Obras Sanitarias de la Nación), recibió la suma de $167.500. El diputado Miguel Aguirrezabala recibió $25.373. Los diputados José Guillermo Bertotto y Victor Juan Guillot recibieron ambos la suma de $12.612 y, finalmente, el Genereal Alonso Baldrich recibió $8.871.

El escándalo de corrupción sacudió tanto el gobierno de Ortiz que éste no vio otra salida mas que presentar su renuncia ante el Congreso de la Nación, pero fue rechazada el 24 de agosto de 1940.

Lotería Nacional. Una tarde invernal de junio de 1942, un grupito de niños cantores de lotería se encontró en el “Café de los Angelitos” (Av. Rivadavia y Rincón) con un objetivo más grande y complejo que merendar: planeaban quedarse con el premio mayor de la Lotería Nacional, de $300.000. Para llevar a cabo su plan, los niños recurrieron a un oficial tornero/carpintero de Vicente López, a quien le encargaron duplicar la bolilla de madera con el número que se llevaba la grande: el 31.025.

Todos de acuerdo, se tiraron por un “ensayo”, el 24 de julio de ese año. Aquél día, duplicaron el número 25.977 y no hubo inconveniente alguno, les fue fácil burlar a todos. Así que, habiendo comprobado la efectividad del mecanismo y ya entrados en confianza, decidieron ir por el pozo mayor el 2 de septiembre de 1942. Para lograrlo no hizo falta mucha ciencia: pasándosela de una mano a la otra, reemplazaron la bolilla con el 31.015, por su réplica (hecha por el oficial). Claro, nadie sospecharía de la inocencia de unos indefensos niños, por lo que ese día lograron, por segunda vez, burlar a toda la audiencia.

Sin embargo, ya sea por la torpeza de alguno de los niños, o quien sabe qué, el plan ideado por ellos corrió de boca en boca durante esos dos meses, extendiéndose por todos lados. Esto, al punto tal de que, mientras los niños cantaban los números salientes, el 31.025 era noticia de tapa en los diarios. Como resultado de esto, y ante la sospecha de que los niños cantores no estaban actuando por su cuenta, la Cámara de Diputados de la Nación creó una Comisión Investigadora (a cargo del legislador radical Agustín Rodríguez Araya) para investigar la Lotería Nacional.

Dicha comisión pudo corroborar que existían irregularidades de todo tipo. Por ejemplo, se demostró que el organismo utilizaba bolillas de diferentes pesos durante los sorteos, y también se demostró cómo, además de los niños cantores, la lista de compradores del 31.025 incluía jueces, ministros y concejales. A raíz de esto, la Comisión notó una llamativa relación entre la Lotería Nacional y la Sociedad de Beneficencia. Investigando esta peculiaridad, Araya dio con que el organismo oficial otorgaba pensiones vitalicias a agentes oficiales de lotería a cargo de “pobres” a través de dicha sociedad. Pero, en realidad, el dinero siempre era destinado a parientes de políticos de toda índole: senadores, diputados, militares, presidente de distintos organismos, y también obispos y ex presidentes.


Sin duda, aquellos años fueron negros y son dignos de llamarse infames. Argentina fue devastada por un golpe de estado que llegó y castigó la democracia severamente. Impuso sus modalidades y dejó huellas que sirvieron para marcar el futuro. La situación del país fue de las más críticas, pero también vivía momentos de reorganización social y revolución. Por un lado, los sueldos no alcanzaban para nada y en el norte del país la mortalidad infantil alcanzaba niveles alarmantes. El noroeste argentino, por ejemplo, registraba 300 de cada 1000 niños, de 0 a 1 año, muertos por desnutrición. Por otro lado, los trabajadores que llegaban del campo a la cuidad ayudaron a incrementar la fuerza de los sindicatos, que ocuparon la escena política con permanentes riñas contra el poder, por derechos que obtuvieron una década más tarde. Para no perder el control del país, los conservadores dieron la bienvenida al fraude electoral y lo propagaron por todo el país. Además de esto, también el lobby y las coimas fueron moneda corriente durante esos años, lo que naturalmente acarreó negocios corruptos que jamás sirvieron para mejorar el país. Respecto a esto, más precisamente sobre el gobierno de Justo –que gobernó la mayoría de aquellos años-, en su libro Política británica en el Río de la Plata (1940), Scalabrini Ortiz resume muy bien aquellos años:

“No hay en el transcurso de la presidencia del general Justo una sola medida que haya nacido animada por un sentimiento de bienestar público, una sola medida que tienda a defender la economía nacional de la rapacidad extranjera”.

PD: Perón fue parte del golpe del ’30. Años más tarde comentaría: “Yo recuerdo que el presidente Yrigoyen fue el primer presidente argentino que defendió al pueblo, el primero que enfrentó a las fuerzas extranjeras y nacionales de la oligarquía para defender a su pueblo. Y lo he visto caer ignominiosamente por la calumnia y los rumores. Yo, en esa época, era un joven y estaba contra Yrigoyen, porque hasta mí habían llegado los rumores, porque no había nadie que los desmintiera y dijera la verdad”.

3.2.17

Década Infame - Parte I

Cuando hablamos de la “década infame”, hablamos del período 1930-1943. Una sombría década de 13 años en la historia argentina que comenzó el seis de septiembre de 1930, con el golpe de estado perpetrado por el Teniente General Félix Uriburu. La democracia se derrumbó. Así comenzó una época de fraude electoral, malos negocios para el país y una constante violación a la Constitución Nacional.

Sin embargo, también hay que tener en cuenta que, un año antes del golpe, estalló la Bolsa de Valores de Nueva York. Debido a esto –y la dependencia que Argentina tenía con las potencias-, los salarios bajaron y los desempleados subieron. Los ingresos en la aduana disminuyeron y también quebraron muchas empresas. El malestar que esto provocó ayudó a que Uriburu escalara políticamente y pueda crear contactos como así también movimientos de choque. El general disolvió el congreso y declaró el estado de sitio, se intervinieron todas las provincias radicales, se prohibió la actividad partidaria y se persiguieron y torturaron opositores políticos y sindicales, entre otras cosas. Además, bajo el deslumbramiento por Benito Mussolini, intentó implementar un tipo de régimen corporativo.

                                          6 de septiembre de 1930

Después del golpe, los años que siguieron -bajo el gobierno de La Concordancia- se vieron teñidos de negociados que de nada sirvieron para Argentina, como el pacto Roca-Runciman (1933) o la renovación de contrato de la Compañía Argentina de Electricidad (1936), un fraude electoral imparable (que provocó la abstención electoral del radicalismo opositor en 1935) y hasta hubo un asesinato en el Senado de la Nación. Sin embargo, si tenemos en cuenta hechos como, por ejemplo, la creación por decreto en 1922 de YPF (primera empresa petrolera estatal del mundo) en la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, o su posterior segundo mandato en 1928, vemos que podemos estirar esta “década” de 13 años mucho más, encontrando hechos desencadenantes del golpe en los años ’20.

Es que, grandes multinacionales como Standard Oil o Shell se venían disputando el territorio argentino para la explotación del petróleo hace años y, frente a las políticas progresistas y de estatización de Yrigoyen, vieron sus intereses amenazados. Gran Bretaña proveía nuestro país de carbón mientras nosotros proveíamos el suyo de materias agrícolas, así que una estatización del petróleo arruinaría todo el negocio. A su vez, hacia 1929 Argentina tenía la nafta más barata del mundo y las ventas de YPF habían incrementado notablemente, hechos que hicieron escalar el conflicto con los privados a niveles considerables.

Hipólito Yrigoyen fue electo presidente por segunda vez en 1928 con 76 años, y su edad también fue motivo para rumores e internas dentro del radicalismo, lo que presentaba cierto malestar en sí mismo. La interna se trataba sobre quién sería el heredero del “viejo peludo” dentro del partido. Por otro lado, desde la prensa opositora también se trabajaba para desestabilizar: el diario La Nueva República, por ejemplo -en el cual Uriburu tenía sus contactos-, se encargó de publicar constantemente a favor de un cambio político. También, a partir de este momento, Uriburu comenzó a organizar selectas reuniones con gente de ese diario, con militares y con allegados a Agustín Pedro Justo.

Un hecho clave ocurrió a mediados de 1930, un poco antes del golpe: 44 diputados presentaron un manifiesto criticando el gobierno de Yrigoyen y pedían su renuncia (lo acusaban de haber violado la constitución). Así, se le puso la frutilla al postre. Todo estaba listo. Las Fuerzas Armadas y ciertos grupos civiles también.

Así las cosas, el seis de septiembre de 1930 se produjo el golpe de estado llevado a cabo por el Teniente General Félix Uriburu y se dio comienzo a la década infame argentina. Los ciudadanos salieron a las calles para ver el paso de las tropas y también el descapotado en el que se paseaba la comitiva militar. En el momento de pasar por los barrios donde residía la alta sociedad, Uriburu tuvo su “momento Sandro”, en el que señoritas le tiraron flores. El diario Crítica informó ese día destrozos que se habían ejecutado en los edificios principales edificios del radicalismo opositor: se incendió el comité yrigoyenista y desde los balcones del edificio, los asaltantes arrojaron retratos del ex presidente, papeles y muebles. También se arrastró un busto de Yrigoyen por las calles principales de la ciudad.

                                          6 de septiembre de 1930

Respecto a lo que pasó ese día, el senador radical Diego Luis Molinari expresaba: “en el fondo de todo esto veo una cuestión petrolera, especialmente de la Standard Oil. Por las políticas del doctor Yrigoyen, las compañías de petróleo pierden de ganar al año más de 300 millones de pesos y es natural que desplieguen gran actividad para combatirlo”.

Alguien quien también dedicó varias líneas para criticar el golpe de estado fue Raúl Scalabrini Ortíz: “Instigada y orientada por voluntades incógnitas, la prensa opositora redobló sus ataques azuzando abiertamente a la rebelión. Hasta que lo increíble se produjo inesperadamente. El 6 de septiembre de 1930 un general desconocido se apoderó por sorpresa del poder, apresó al presidente constitucional, disolvió la legislatura y encarceló a todos los dirigentes del partido radical. Mil hombres escasos, la mayoría adolescentes, cadetes del colegio de oficiales, habían dado abasto para acontecimiento de tal magnitud. El pueblo miró con asombro al nuevo mandatario y tuvo el presentimiento de haber sido burlado”.

El diario Crítica titulaba lo siguiente:

                                 Tapa del diario Crítica el día del golpe

Y la revista Fortune publicaba lo siguiente en 1931: “La última revolución derrocó a Yrigoyen, un cruzado fanático contra todo lo yanqui, incluyendo las compañías de petróleo. Fue él quien hizo intervenir al gobierno en la venta de nafta y quien, al rebajar los precios y manipular las ventas, capturó el 22% de éstas. De deposición fortalece la posición de la Standard Oil en Argentina.”

A los cuatros días de haber terminado la democracia, la Corte Suprema de Justicia de la Nación legitimó el golpe y, de inmediato, Uriburu estableció el estado de sitio, decretó la pena de muerte, censuró la prensa y prohibió la actividad partidaria y sindical. Eso también vino con persecuciones, detenciones, tortura y asesinatos a opositores. Por otro lado, dispuso la intervención de YPF y todas las provincias radicales (esto, debido a que dentro del círculo del militar se encontraban representantes del poder económico concentrado y también abogados de las grandes empresas extranjeras). También fue el autor de un importante y secreto decreto: el Estado se haría cargo de todas las deudas privadas de los oficiales militares de las Fuerzas Armadas.

A raíz de los acontecimientos enunciados previamente y convencido de que el radicalismo estaba políticamente muerto, Uriburu convocó a elecciones para abril de 1931, pero el resultado no fue el esperado. Los radicales presentaron el binomio Honorio Pueyrredón – Mario Guido tratando de dar batalla y finalmente triunfaron. Sin embargo, el disconforme militar anuló las elecciones. Después de esto, presentó como representante del régimen a Agustín P. Justo, quien manejaba conceptos similares a Uriburu pero que, a diferencia de éste, en la práctica, quería implementar una democracia fraudulenta y no un régimen corporativista. Además, Justo no solo tenía más política, sino que también tenía el apoyo de la UCR Antipersonalista (antiyrigoyenistas), del Partido Demócrata Nacional y del Partido Socialista Independiente, sectores con los que luego formó La Concordancia. Desde esta alianza lanzó su candidatura con Julio A. Roca (hijo) como vice para 1932 y el 20 de febrero de ese año asumió la Presidencia de la Nación.

                                         6 de septiembre de 1930


Bajo la presidencia de Justo y los años siguientes escasearon las divisas. Esto generó una protección y promoción involuntaria de la industria nacional y no del campo, por lo que el sector terrateniente dio lugar al sector industrial. El tendal de mano de obra desocupada que había dejado el shock económico del ’30, encontraba ahora en la surgente industria su lugar. En contraposición a esto, los precios de los productos agropecuarios bajaron considerablemente.