“Es una institución abierta, laica y libre pensadora
que lucha por ideales (libertad, igualdad y fraternidad). Es una institución
que pone al hombre en el centro de la escena y que lo vigoriza interior y
exteriormente (…) trata de ennoblecerlo, porque es una institución que se
dedica a la cuestiones del ser, del conocer y del valer”, sostuvo en una
entrevista televisiva Ángel Jorge Clavero, Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina
de Libres y Aceptados Masones.
Pero no siempre fue esa la definición de la masonería,
y mucho menos su concepción social. Con el paso de los siglos, pasó de ser de
hecho una agrupación secreta, para unos pocos, a ser cada vez más abarcativa, con
más integrantes y más lugares alrededor del mundo. Así, existen hoy en día
instituciones masónicas o “logias” en muchos países, las cuales poseen un
carácter filosófico, una estructura jerárquica constituida por niveles -con un
presidente llamado “Gran Maestre”- y en el centro sitúan a Dios, concebido como
el Gran Arquitecto. A nivel mundial no existe una sede central que agrupe la
masonería ni las logias, sino más bien éstas tienen autonomía propia, con su
propio Gran Maestre. Lo que sí se respeta son ciertos rituales y procesos administrativos
que descienden de grandes logias maestras europeas. La tolerancia y el respeto
son valores primordiales, por eso cualquier tipo de religión, creencia o
ideología política que un integrante posea es aceptada.
Desde las sombras
En nuestro país la historia de la masonería comienza
en la última década del siglo XVIII, después de la Revolución Francesa y en
simultáneo con las ideas de independencia que empezaban a invadir Buenos Aires.
Aquellos años vieron a Don Saturnino Rodríguez Peña como el mayor referente
masón en Buenos Aires, quien a su vez representaba los intereses e ideales de
otro gran masón, Don Francisco de Miranda. Político y militar venezolano, Miranda
fundó varias logias tanto en Europa como en América y estaba decidido a
conseguir la emancipación de las colonias americanas frente al control comercial destructivo que tenía la corona española.
Durante esos últimos años del siglo de las luces, ocurrieron
dos de los hechos que más evidencian -además de los comienzos de la historia de
la masonería en nuestro país- las ideas revolucionarias y la impronta masónica
en los eventos de mayo. Uno ocurrió en 1793, cuando Don Saturnino se reunió con
Miranda y otros masones para acordar el apoyo de tropas inglesas a la independencia
americana. El otro ocurrió en 1795, año en que se fundó la primera logia de la
que se tiene registro en Argentina, llamada “Logia Independencia”, con Carta
Constitutiva de la Gran Logia Escocesa de Francia. También por aquellos años,
en 1804, se fundó la “Logia de San Juan de Jerusalén de la Felicidad, de esta
parte de América”, con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Maryland.
Luego de las invasiones inglesas -que cumplieron un
rol importantísimo en cuanto a la moral colectiva porteña-, el 13 de mayo de
1810 llegó la noticia de que Napoleón había invadido España y que había dejado
la corona acéfala. Esto fue una situación de “oportuncrisis” para Buenos Aires:
si se quedaba con la aduana, los comerciantes españoles que ingresaban productos desde España a precios altísimos serían desplazados y se daría lugar
al comercio con Gran Bretaña, que era predominante en lo que
respecta a contrabando. Por otra parte, gracias a las ideas de libre comercio,
soberanía y derechos del hombre que surgieron de la mano de autores como Hobbes
o Rousseau, los intelectuales de la época entendían que se debían realizar
reformas políticas, sociales y económicas radicales.
Para 1810, la arena política argentina estaba dividida
entre el partido de los Patriotas, que buscaban la independencia, y el de los Españoles,
que querían seguir subordinados a la corona. Los primeros, que
mayoritariamente eran masones, contaban a su vez con el apoyo del Regimiento de
Patricios, a cargo de Cornelio Saavedra -futuro presidente de la Primera Junta-,
que también era masón y pertenecía a la “Logia Independencia”. Sin embargo,
esta Logia Independencia no era la del siglo pasado sino una nueva nacida ese
año, con el mismo nombre que su predecesora y con Julián Álvarez como Gran
Maestre.
Así como Saavedra, la mayoría de los integrantes de la
Primera Junta pertenecían a esta logia: Castelli, Belgrano, Alberti, Matheu,
Larrea, Paso y Moreno. Todos menos Azcuénaga eran masones. Más aún, todos los hombres que pasaron por el
Primer y Segundo Triunvirato, menos Chiclana, formaban parte de la masonería. Es
importante destacar aquí el hecho de que dos de las primeras logias fundadas en
nuestro país se llamaron “Independencia”, hecho que demuestra el estado latente
de emancipación a pocos años de haberse creado el Virreinato del Río de la
Plata.
San Martín y Lautaro
El 9 de marzo de 1812, desembarcó en el puerto de Buenos
Aires José de San Martín, y con él Carlos María de Alvear y Matías Zapiola. Los
tres eran masones y traían con ellos una larga trayectoria masónica desde
Europa. Por su parte, San Martín había sido iniciado años atrás en la “Logia
Integridad” de Cádiz. Allí también, él y Alvear formaron parte de la “Logia
Caballeros Racionales N°3” -una de las tantas que Francisco de Miranda había
fundado en ciudades estratégicas europeas- y luego, fundaron la “Logia
Caballeros Racionales N°7” de Londres, de la cual formó parte Zapiola. Por eso,
ni bien llegó a Buenos Aires, además de entrevistarse con el Primer
Triunvirato, San Martín fue recibido por Julián Álvarez, Gran Maestre de la
Logia Independencia, quien a su vez lo puso en contacto con la Sociedad Patriótica,
fundada por Bernardo de Monteagudo e integrada por masones.
Una vez establecido en la ciudad, San Martín divisó
rápidamente quienes compartían sus intereses e ideales. Ingresó a la sociedad de Monteagudo y poco después, en agosto de 1812, fundó la “Logia Lautaro”. Como
la Sociedad Patriótica y Lautaro tenían objetivos opuestos a los del Primer Triunvirato,
con la ayuda del libertador se armó un rápido levantamiento en armas que
desembocó en el Segundo Triunvirato -esta vez afín a la logia y a la Sociedad
Patriótica-, con Nicolás Rodríguez Peña a la cabeza, masón como su hermano Don
Saturnino. De esta forma, a principios de 1813 y presidido por Alvear, se pudo concretar
un Congreso Constituyente que representara a las provincias y sea capaz de
declarar la independencia. Aunque para que eso sucediera habría que
esperar un poco más. En 1814, San Martín fue designado al frente del Ejército
del Norte en reemplazo de Manuel Belgrano, creó la “Logia Ejército del Norte” y
comenzó a idear el plan continental para emancipar las colonias. Por su parte, durante
su servicio en el norte, Belgrano había fundado la “Logia de la ciudad de
Tucumán”.
Ahora bien, según Rodolfo Terragno, es muy probable
que el libertador haya desembarcado en Buenos Aires con ese plan ya en mente.
Político, historiador y actual embajador de Argentina ante la UNESCO, Terragno
se encontró en 1980 con unos documentos que contenían un “Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú y Quito” (Plan Maitland). Este era
un proyecto que había sido presentado en 1800 por el militar inglés Thomas
Maitland a Henry Dundas, Secretario de Guerra de William Pitt el Jóven, Primer
Ministro de Inglaterra. El historiador demuestra cómo durante su estadía en
Londres, antes de zarpar para Argentina, San Martín mantuvo reuniones con
militares ingleses que de ninguna manera podrían desconocer dicho plan, lo que
genera una probabilidad enorme de que, efectivamente, conociera las
pretensiones de Inglaterra.
Además, Terragno deja en evidencia las similitudes
existentes entre el “Plan Maitland” y el accionar de San Martín. Primero, el
plan inglés establecía que había que tomar el control de Buenos Aires, y eso
fue lo que hizo el General, poniendo a la cabeza del Segundo Triunvirato
alguien afín a la Logia Lautaro. Luego, debía asentarse un cuerpo en Mendoza,
cosa que San Martín logró siendo dos años gobernador de la Intendencia de Cuyo (San
Luis, San Juan y Mendoza), tiempo en el que pudo obtener apoyo
político y militar. En tercer lugar, el plan proponía cruzar a Chile por la
Cordillera de los Andes con la ayuda de fuerzas militares chilenas, para poder
así destituir el gobierno español de Santiago, cosa que San Martín también logró
de la mano de Bernardo O’Higgins, masón líder de la Logia Lautaro chilena y
gran confidente del libertador. Por último, el plan presentaba la táctica de
emancipar Perú, pero por vías marítimas, ya que un ataque por tierra
fracasaría, y así lo hizo nuestro prócer. Desde Lima, pidió ayuda a Buenos
Aires pero el gobierno porteño, con intereses centralistas, no contestó. Así
fue cómo recurrió a Simón Bolívar, otro masón dispuesto a emancipar el
continente.
Para comprender un poco mejor esto es necesario tener
en cuenta el contexto internacional. Napoleón se estaba quedando con gran parte de Europa y desplegaba bloqueos económicos catastróficos. Ante esta situación,
Inglaterra temía que también quiera las colonias americanas mediante la
conquista de España. Sin embargo, después de la revolución industrial, fue
evidente para los ingleses que para que su pujante industria prospere y sus
productos invadan los mercados extranjeros, era indispensable que las colonias
americanas se independizaran y declaren un gobierno propio, estableciendo así
un libre mercado con y entre las colonias. La idea de una emancipación
americana fue de hecho una táctica que Inglaterra barajó mucho tiempo antes de
que San Martín volviera a nuestras tierras.
De presidentes, legisladores e intelectuales
Durante los años de guerra civil, nuestro país fue el
escenario perfecto para conspiraciones, traiciones, alianzas y todo tipo de
tácticas político-militares, elementos que aceitaron la creación de incontables
logias a lo largo de todo el territorio argentino. Acoplado a esto, también
comenzaron a sonar nombres relevantes para cada época. Así, durante la década
del ‘20 por ejemplo, encontramos hombres como Bernardino Rivadavia, que
perteneció a la logia “Estrella Sureña”, creada en 1825.
Para finales de la década del ‘50, luego de la Batalla
de Caseros, una organización nacional pasajera y una persecución rosista en el
medio, los masones fueron uniendo fuerzas y se crearon varias logias. En
aquella época muchas respondían a Miguel Valencia, de carácter unitario, o a
José Roque Pérez, quien estaba a favor de una unidad nacional federal. Pérez
pudo reclutar logias que seguían a Valencia y logró formar una de alcance nacional,
el 11 de diciembre de 1857. Ese día se unieron las logias “Unión del Plata”,
“Confraternidad Argentina”, “Lealtad”, “Tolerancia”, “Regeneración”,
“Constancia” y “Consuelo del Infortunio”, y formaron la “Gran Logia Argentina”.
Esta nueva logia estuvo en un principio presidida por Pérez y fue, después de
la segunda Logia Independencia, la que más se vio involucrada en cuanto a políticas
de estado y el rumbo general del país. Fue también la que más próceres
argentinos vio pasar.
Podemos encontrar nombres como Bartolomé Mitre,
Domingo F. Sarmiento, Justo J. de Urquiza, Agustín P. Justo, Roque Sáenz Peña, Carlos
Pellegrini, Santiago Derqui, Miguel Juárez Celman, José Figueroa Alcorta,
Manuel Quintana, Hipólito Yrigoyen y Victorino de la Plaza. Todos ellos,
presidentes de la nación, formaron parte de la Gran Logia Argentina. Algunos de
ellos también ocuparon el cargo de Gran Maestre, como es el caso de Sarmiento. Pero
además, muchos vicepresidentes y legisladores nacionales fueron masones, como
por ejemplo Julio A. Roca (h), Salvador María del Carril, Adolfo Alsina, Hortensio
Quijano, Leandro N. Alem, Manuel Augusto Montes de Oca, Alfredo Palacios,
Lisandro de la Torre, Valentín Alsina, Aristóbulo del Valle, Dardo Rocha y
Lucio V. Mansilla. Fuera de éste ámbito pertenecieron a la masonería personajes
como José Hernández, Leopoldo Lugones, Fray Mocho, José Ingenieros, Esteban
Echeverría, Héctor Florencio Varela, Francisco Soler y José Mármol. La lista es
larguísima.
Actualidad
La “Gran Logia Argentina” funciona actualmente con el
nombre de “Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones” y su Gran
Maestre es Ángel Jorge Clavero. Es la más numerosa de nuestro país y está organizada por
zonas (grupo de provincias): la “Zona 1” corresponde a Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, la “Zona 2” al gran Buenos Aires, la “Zona 3” al interior de Buenos
Aires y La Pampa, la “Zona 4” a Santa Fe y Entre Ríos, y así hasta completar
nueve zonas. Además, cada una cuenta con una cantidad importante
de logias. Por ejemplo, en la “Zona 6” –Salta, Jujuy y Tucumán- encontramos 26, y sumándolas, tenemos a lo largo de todo el territorio más
de 370 logias.
Como por el momento la “Gran Logia” solo admite el
ingreso de hombres, existen otras que son mixtas, como “Gran Oriente Federalde la República Argentina”, con sede en Mendoza; la “Gran Logia Simbólica
Argentina”, con sede en Córdoba; o la organización “Gran Oriente Latinoamericano”, con
logias masculinas, femeninas y mixtas. Además de éstas, están la “Gran Logia Femenina Argentina” y la “Gran Oriente Simbólico Femenino”, que admiten
exclusivamente mujeres.
Esta gran cantidad de logias puede deberse, en parte, a
que a diferencia de otros tiempos -y dejando de lado que hay que pagar una
cuota mensual-, hoy en día cualquier persona puede ingresar a la masonería. La
era digital en la que vivimos nos permite hacer todo online y este caso no es
la excepción. En la página web oficial de la Gran Logia se puede llenar un
formulario para poder ingresar y, luego de esto, la persona deberá pasar una
serie de entrevistas que determinarán si será iniciado o no.
La masonería ya no es secreta sino discreta. Y lo
mismo para con sus integrantes. Sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad
estuvieron detrás de la mayoría de los movimientos revolucionarios y
emancipadores del siglo XIX, pero es debido a dicha característica es que
escuchamos poco hablar del tema o de sus integrantes. La Revolución Francesa,
la independencia norteamericana y la emancipación de las colonias españolas son
algunos ejemplos de una larga lista. Pero también, fuera de estos grandes
movimientos, se han impulsado cambios y reformas desde la masonería que han
sido exclusivamente sociales, educativos o particularmente políticos.
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