18.1.18

La masonería en la República Argentina

¿Qué es la masonería?


“Es una institución abierta, laica y libre pensadora que lucha por ideales (libertad, igualdad y fraternidad). Es una institución que pone al hombre en el centro de la escena y que lo vigoriza interior y exteriormente (…) trata de ennoblecerlo, porque es una institución que se dedica a la cuestiones del ser, del conocer y del valer”, sostuvo en una entrevista televisiva Ángel Jorge Clavero, Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.

Pero no siempre fue esa la definición de la masonería, y mucho menos su concepción social. Con el paso de los siglos, pasó de ser de hecho una agrupación secreta, para unos pocos, a ser cada vez más abarcativa, con más integrantes y más lugares alrededor del mundo. Así, existen hoy en día instituciones masónicas o “logias” en muchos países, las cuales poseen un carácter filosófico, una estructura jerárquica constituida por niveles -con un presidente llamado “Gran Maestre”- y en el centro sitúan a Dios, concebido como el Gran Arquitecto. A nivel mundial no existe una sede central que agrupe la masonería ni las logias, sino más bien éstas tienen autonomía propia, con su propio Gran Maestre. Lo que sí se respeta son ciertos rituales y procesos administrativos que descienden de grandes logias maestras europeas. La tolerancia y el respeto son valores primordiales, por eso cualquier tipo de religión, creencia o ideología política que un integrante posea es aceptada.


Desde las sombras 

En nuestro país la historia de la masonería comienza en la última década del siglo XVIII, después de la Revolución Francesa y en simultáneo con las ideas de independencia que empezaban a invadir Buenos Aires. Aquellos años vieron a Don Saturnino Rodríguez Peña como el mayor referente masón en Buenos Aires, quien a su vez representaba los intereses e ideales de otro gran masón, Don Francisco de Miranda. Político y militar venezolano, Miranda fundó varias logias tanto en Europa como en América y estaba decidido a conseguir la emancipación de las colonias americanas frente al control comercial destructivo que tenía la corona española.

Durante esos últimos años del siglo de las luces, ocurrieron dos de los hechos que más evidencian -además de los comienzos de la historia de la masonería en nuestro país- las ideas revolucionarias y la impronta masónica en los eventos de mayo. Uno ocurrió en 1793, cuando Don Saturnino se reunió con Miranda y otros masones para acordar el apoyo de tropas inglesas a la independencia americana. El otro ocurrió en 1795, año en que se fundó la primera logia de la que se tiene registro en Argentina, llamada “Logia Independencia”, con Carta Constitutiva de la Gran Logia Escocesa de Francia. También por aquellos años, en 1804, se fundó la “Logia de San Juan de Jerusalén de la Felicidad, de esta parte de América”, con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Maryland.

Luego de las invasiones inglesas -que cumplieron un rol importantísimo en cuanto a la moral colectiva porteña-, el 13 de mayo de 1810 llegó la noticia de que Napoleón había invadido España y que había dejado la corona acéfala. Esto fue una situación de “oportuncrisis” para Buenos Aires: si se quedaba con la aduana, los comerciantes españoles que ingresaban productos desde España a precios altísimos serían desplazados y se daría lugar al comercio con Gran Bretaña, que era predominante en lo que respecta a contrabando. Por otra parte, gracias a las ideas de libre comercio, soberanía y derechos del hombre que surgieron de la mano de autores como Hobbes o Rousseau, los intelectuales de la época entendían que se debían realizar reformas políticas, sociales y económicas radicales. 

Para 1810, la arena política argentina estaba dividida entre el partido de los Patriotas, que buscaban la independencia, y el de los Españoles, que querían seguir subordinados a la corona. Los primeros, que mayoritariamente eran masones, contaban a su vez con el apoyo del Regimiento de Patricios, a cargo de Cornelio Saavedra -futuro presidente de la Primera Junta-, que también era masón y pertenecía a la “Logia Independencia”. Sin embargo, esta Logia Independencia no era la del siglo pasado sino una nueva nacida ese año, con el mismo nombre que su predecesora y con Julián Álvarez como Gran Maestre.

Así como Saavedra, la mayoría de los integrantes de la Primera Junta pertenecían a esta logia: Castelli, Belgrano, Alberti, Matheu, Larrea, Paso y Moreno. Todos menos Azcuénaga eran masones. Más aún, todos los hombres que pasaron por el Primer y Segundo Triunvirato, menos Chiclana, formaban parte de la masonería. Es importante destacar aquí el hecho de que dos de las primeras logias fundadas en nuestro país se llamaron “Independencia”, hecho que demuestra el estado latente de emancipación a pocos años de haberse creado el Virreinato del Río de la Plata.


San Martín y Lautaro

El 9 de marzo de 1812, desembarcó en el puerto de Buenos Aires José de San Martín, y con él Carlos María de Alvear y Matías Zapiola. Los tres eran masones y traían con ellos una larga trayectoria masónica desde Europa. Por su parte, San Martín había sido iniciado años atrás en la “Logia Integridad” de Cádiz. Allí también, él y Alvear formaron parte de la “Logia Caballeros Racionales N°3” -una de las tantas que Francisco de Miranda había fundado en ciudades estratégicas europeas- y luego, fundaron la “Logia Caballeros Racionales N°7” de Londres, de la cual formó parte Zapiola. Por eso, ni bien llegó a Buenos Aires, además de entrevistarse con el Primer Triunvirato, San Martín fue recibido por Julián Álvarez, Gran Maestre de la Logia Independencia, quien a su vez lo puso en contacto con la Sociedad Patriótica, fundada por Bernardo de Monteagudo e integrada por masones.

Una vez establecido en la ciudad, San Martín divisó rápidamente quienes compartían sus intereses e ideales. Ingresó a la sociedad de Monteagudo y poco después, en agosto de 1812, fundó la “Logia Lautaro”. Como la Sociedad Patriótica y Lautaro tenían objetivos opuestos a los del Primer Triunvirato, con la ayuda del libertador se armó un rápido levantamiento en armas que desembocó en el Segundo Triunvirato -esta vez afín a la logia y a la Sociedad Patriótica-, con Nicolás Rodríguez Peña a la cabeza, masón como su hermano Don Saturnino. De esta forma, a principios de 1813 y presidido por Alvear, se pudo concretar un Congreso Constituyente que representara a las provincias y sea capaz de declarar la independencia. Aunque para que eso sucediera habría que esperar un poco más. En 1814, San Martín fue designado al frente del Ejército del Norte en reemplazo de Manuel Belgrano, creó la “Logia Ejército del Norte” y comenzó a idear el plan continental para emancipar las colonias. Por su parte, durante su servicio en el norte, Belgrano había fundado la “Logia de la ciudad de Tucumán”.

Ahora bien, según Rodolfo Terragno, es muy probable que el libertador haya desembarcado en Buenos Aires con ese plan ya en mente. Político, historiador y actual embajador de Argentina ante la UNESCO, Terragno se encontró en 1980 con unos documentos que contenían un “Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú y Quito” (Plan Maitland). Este era un proyecto que había sido presentado en 1800 por el militar inglés Thomas Maitland a Henry Dundas, Secretario de Guerra de William Pitt el Jóven, Primer Ministro de Inglaterra. El historiador demuestra cómo durante su estadía en Londres, antes de zarpar para Argentina, San Martín mantuvo reuniones con militares ingleses que de ninguna manera podrían desconocer dicho plan, lo que genera una probabilidad enorme de que, efectivamente, conociera las pretensiones de Inglaterra.

Además, Terragno deja en evidencia las similitudes existentes entre el “Plan Maitland” y el accionar de San Martín. Primero, el plan inglés establecía que había que tomar el control de Buenos Aires, y eso fue lo que hizo el General, poniendo a la cabeza del Segundo Triunvirato alguien afín a la Logia Lautaro. Luego, debía asentarse un cuerpo en Mendoza, cosa que San Martín logró siendo dos años gobernador de la Intendencia de Cuyo (San Luis, San Juan y Mendoza), tiempo en el que pudo obtener apoyo político y militar. En tercer lugar, el plan proponía cruzar a Chile por la Cordillera de los Andes con la ayuda de fuerzas militares chilenas, para poder así destituir el gobierno español de Santiago, cosa que San Martín también logró de la mano de Bernardo O’Higgins, masón líder de la Logia Lautaro chilena y gran confidente del libertador. Por último, el plan presentaba la táctica de emancipar Perú, pero por vías marítimas, ya que un ataque por tierra fracasaría, y así lo hizo nuestro prócer. Desde Lima, pidió ayuda a Buenos Aires pero el gobierno porteño, con intereses centralistas, no contestó. Así fue cómo recurrió a Simón Bolívar, otro masón dispuesto a emancipar el continente.

Para comprender un poco mejor esto es necesario tener en cuenta el contexto internacional. Napoleón se estaba quedando con gran parte de Europa y desplegaba bloqueos económicos catastróficos. Ante esta situación, Inglaterra temía que también quiera las colonias americanas mediante la conquista de España. Sin embargo, después de la revolución industrial, fue evidente para los ingleses que para que su pujante industria prospere y sus productos invadan los mercados extranjeros, era indispensable que las colonias americanas se independizaran y declaren un gobierno propio, estableciendo así un libre mercado con y entre las colonias. La idea de una emancipación americana fue de hecho una táctica que Inglaterra barajó mucho tiempo antes de que San Martín volviera a nuestras tierras.


De presidentes, legisladores e intelectuales 

Durante los años de guerra civil, nuestro país fue el escenario perfecto para conspiraciones, traiciones, alianzas y todo tipo de tácticas político-militares, elementos que aceitaron la creación de incontables logias a lo largo de todo el territorio argentino. Acoplado a esto, también comenzaron a sonar nombres relevantes para cada época. Así, durante la década del ‘20 por ejemplo, encontramos hombres como Bernardino Rivadavia, que perteneció a la logia “Estrella Sureña”, creada en 1825.

Para finales de la década del ‘50, luego de la Batalla de Caseros, una organización nacional pasajera y una persecución rosista en el medio, los masones fueron uniendo fuerzas y se crearon varias logias. En aquella época muchas respondían a Miguel Valencia, de carácter unitario, o a José Roque Pérez, quien estaba a favor de una unidad nacional federal. Pérez pudo reclutar logias que seguían a Valencia y logró formar una de alcance nacional, el 11 de diciembre de 1857. Ese día se unieron las logias “Unión del Plata”, “Confraternidad Argentina”, “Lealtad”, “Tolerancia”, “Regeneración”, “Constancia” y “Consuelo del Infortunio”, y formaron la “Gran Logia Argentina”. Esta nueva logia estuvo en un principio presidida por Pérez y fue, después de la segunda Logia Independencia, la que más se vio involucrada en cuanto a políticas de estado y el rumbo general del país. Fue también la que más próceres argentinos vio pasar.

Podemos encontrar nombres como Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, Justo J. de Urquiza, Agustín P. Justo, Roque Sáenz Peña, Carlos Pellegrini, Santiago Derqui, Miguel Juárez Celman, José Figueroa Alcorta, Manuel Quintana, Hipólito Yrigoyen y Victorino de la Plaza. Todos ellos, presidentes de la nación, formaron parte de la Gran Logia Argentina. Algunos de ellos también ocuparon el cargo de Gran Maestre, como es el caso de Sarmiento. Pero además, muchos vicepresidentes y legisladores nacionales fueron masones, como por ejemplo Julio A. Roca (h), Salvador María del Carril, Adolfo Alsina, Hortensio Quijano, Leandro N. Alem, Manuel Augusto Montes de Oca, Alfredo Palacios, Lisandro de la Torre, Valentín Alsina, Aristóbulo del Valle, Dardo Rocha y Lucio V. Mansilla. Fuera de éste ámbito pertenecieron a la masonería personajes como José Hernández, Leopoldo Lugones, Fray Mocho, José Ingenieros, Esteban Echeverría, Héctor Florencio Varela, Francisco Soler y José Mármol. La lista es larguísima.


Actualidad

La “Gran Logia Argentina” funciona actualmente con el nombre de “Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones” y su Gran Maestre es Ángel Jorge Clavero. Es la más numerosa de nuestro país y está organizada por zonas (grupo de provincias): la “Zona 1” corresponde a Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la “Zona 2” al gran Buenos Aires, la “Zona 3” al interior de Buenos Aires y La Pampa, la “Zona 4” a Santa Fe y Entre Ríos, y así hasta completar nueve zonas. Además, cada una cuenta con una cantidad importante de logias. Por ejemplo, en la “Zona 6” –Salta, Jujuy y Tucumán- encontramos 26, y sumándolas, tenemos a lo largo de todo el territorio más de 370 logias.

Como por el momento la “Gran Logia” solo admite el ingreso de hombres, existen otras que son mixtas, como “Gran Oriente Federalde la República Argentina”, con sede en Mendoza; la “Gran Logia Simbólica Argentina”, con sede en Córdoba; o la organización “Gran Oriente Latinoamericano”, con logias masculinas, femeninas y mixtas. Además de éstas, están la “Gran Logia Femenina Argentina” y la “Gran Oriente Simbólico Femenino”, que admiten exclusivamente mujeres.

Esta gran cantidad de logias puede deberse, en parte, a que a diferencia de otros tiempos -y dejando de lado que hay que pagar una cuota mensual-, hoy en día cualquier persona puede ingresar a la masonería. La era digital en la que vivimos nos permite hacer todo online y este caso no es la excepción. En la página web oficial de la Gran Logia se puede llenar un formulario para poder ingresar y, luego de esto, la persona deberá pasar una serie de entrevistas que determinarán si será iniciado o no.

La masonería ya no es secreta sino discreta. Y lo mismo para con sus integrantes. Sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad estuvieron detrás de la mayoría de los movimientos revolucionarios y emancipadores del siglo XIX, pero es debido a dicha característica es que escuchamos poco hablar del tema o de sus integrantes. La Revolución Francesa, la independencia norteamericana y la emancipación de las colonias españolas son algunos ejemplos de una larga lista. Pero también, fuera de estos grandes movimientos, se han impulsado cambios y reformas desde la masonería que han sido exclusivamente sociales, educativos o particularmente políticos.

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